13.10.2013 : SE LLAMABA PRÓSPERO CECILIO, PERO TODOS LO CONOCÍAN POR SU APODO. FALLECIÓ EL 30 DE SETIEMBRE. TENÍA 82 AÑOS. ES RECORDADA SU TAREA COMO GUARDAVIDAS EN CLAROMECÓ. TAMBIÉN SE DESEMPEÑÓ EN NECOCHEA, MAR DEL PLATA Y RETA
Falleció El Negro Rondanina ¿Cuántos recordarán su desempeño en épocas pioneras de los guardavidas? El 30 de setiembre se produjo su desaparición física, a los 82 años de edad, y es una buena oportunidad de recordar un artículo publicado en diciembre de 2008 en la revista Foco, editada por La Voz del Pueblo. Como no podía ser de otra manera, la nota tuvo como título "El amigo del mar". Compartimos su testimonio.
Esfuerzo
Su capacitación como guardavidas obedeció a un muy buen consejo de un hombre que administraba el balneario Florida, en Necochea. Le dijo que, con sus condiciones, debía ir a la capital federal para hacer el curso de guardavidas. Rondanina le hizo caso. El artículo describe que cuidó a los vecinos y turistas en las playas de Necochea, Mar del Plata, durante una etapa amplia en Claromecó y por último, en Reta; más que por su nombre, fue identificado como el Negro, apodo que utilizó además para denominar a los balnearios que tuvo a su cargo en las mencionadas localidades de nuestro distrito.
Era el tercero de diez hermanos. En los años de niñez y adolescencia, el único ingreso era el sueldo que percibía su padre en la Fábrica Istilart. En la mencionada entrevista, señaló que "era el imperio de ir a ganarse el mango, no alcanzaba". Los tres hermanos mayores comenzaron la educación primaria en la Escuela 8, porque "vivíamos en calle León. Después nos trasladamos a una casa en Roca y luego a Sarmiento, por lo que cursamos en la Escuela 16". Ante la necesidad de colaborar en el hogar, se imponía la prioridad de generar recursos; "nadie nos dijo 'vayan a trabajar' -puntualizó-. La realidad se planteaba así. Hice hasta cuarto grado, el asunto era rascar un peso. El mayor de todos tuvo suerte y agarró un trabajito en la sodería Cazalás; nosotros vendíamos diarios, lustrábamos zapatos, le hacíamos mandados a los vecinos".
Tenía 14 años cuando se inició como bolsero en "la barraca de José Grosso", lugar donde también se había incorporado su padre. La experiencia le permitió ser "flor de bolsero" cuando era muy joven.
Nunca le esquivó al esfuerzo. Trabajó y en los horarios que le quedaban disponibles, finalizó la primaria y rindió el preparatorio en la Escuela Técnica; "nos hablaban de electricidad, de matemática que para mi era chino puro", sostuvo.
Los estudios fueron claves para que formara parte de EIMA, donde -con José Agustinucci- aprendió a soldar. El paso siguiente fue un empleo similar en Necochea. "Mi hermano mayor me consiguió un lugar como soldador en una fábrica de carrocerías donde estaba él, traían colectivos mexicanos y los terminaban en Argentina", explicó en el artículo publicado en Foco.
Mostró gratitud con la Escuela Técnica, debido a que "me sirvió de base, te daba todas las posibilidades y contaba con muy buenos profesores". Pero la pasión que lo movilizó siempre fue "el mar, las olas, nadar"; seguramente por ello se presentó ante un señor de apellido Medori, quien necesitaba ocupar una persona en su balneario de Necochea. En ese lugar recibió el consejo que confirmó su destino como guardavidas.
Realizó el curso en la Escuela de la Cruz Roja en la capital federal, que tenía una duración de tres años, en el horario de 19 a 23. En esos tiempos, trabajó en la empresa de ascensores Westinghouse, donde concretó distintas actividades de 4 a 12. "Sonaba el despertador y había que arrancar, de lo contrario no comía", subrayó.
Su capacitación como guardavidas obedeció a un muy buen consejo de un hombre que administraba el balneario Florida, en Necochea. Le dijo que, con sus condiciones, debía ir a la capital federal para hacer el curso de guardavidas. Rondanina le hizo caso. El artículo describe que cuidó a los vecinos y turistas en las playas de Necochea, Mar del Plata, durante una etapa amplia en Claromecó y por último, en Reta; más que por su nombre, fue identificado como el Negro, apodo que utilizó además para denominar a los balnearios que tuvo a su cargo en las mencionadas localidades de nuestro distrito.
Era el tercero de diez hermanos. En los años de niñez y adolescencia, el único ingreso era el sueldo que percibía su padre en la Fábrica Istilart. En la mencionada entrevista, señaló que "era el imperio de ir a ganarse el mango, no alcanzaba". Los tres hermanos mayores comenzaron la educación primaria en la Escuela 8, porque "vivíamos en calle León. Después nos trasladamos a una casa en Roca y luego a Sarmiento, por lo que cursamos en la Escuela 16". Ante la necesidad de colaborar en el hogar, se imponía la prioridad de generar recursos; "nadie nos dijo 'vayan a trabajar' -puntualizó-. La realidad se planteaba así. Hice hasta cuarto grado, el asunto era rascar un peso. El mayor de todos tuvo suerte y agarró un trabajito en la sodería Cazalás; nosotros vendíamos diarios, lustrábamos zapatos, le hacíamos mandados a los vecinos".
Tenía 14 años cuando se inició como bolsero en "la barraca de José Grosso", lugar donde también se había incorporado su padre. La experiencia le permitió ser "flor de bolsero" cuando era muy joven.
Nunca le esquivó al esfuerzo. Trabajó y en los horarios que le quedaban disponibles, finalizó la primaria y rindió el preparatorio en la Escuela Técnica; "nos hablaban de electricidad, de matemática que para mi era chino puro", sostuvo.
Los estudios fueron claves para que formara parte de EIMA, donde -con José Agustinucci- aprendió a soldar. El paso siguiente fue un empleo similar en Necochea. "Mi hermano mayor me consiguió un lugar como soldador en una fábrica de carrocerías donde estaba él, traían colectivos mexicanos y los terminaban en Argentina", explicó en el artículo publicado en Foco.
Mostró gratitud con la Escuela Técnica, debido a que "me sirvió de base, te daba todas las posibilidades y contaba con muy buenos profesores". Pero la pasión que lo movilizó siempre fue "el mar, las olas, nadar"; seguramente por ello se presentó ante un señor de apellido Medori, quien necesitaba ocupar una persona en su balneario de Necochea. En ese lugar recibió el consejo que confirmó su destino como guardavidas.
Realizó el curso en la Escuela de la Cruz Roja en la capital federal, que tenía una duración de tres años, en el horario de 19 a 23. En esos tiempos, trabajó en la empresa de ascensores Westinghouse, donde concretó distintas actividades de 4 a 12. "Sonaba el despertador y había que arrancar, de lo contrario no comía", subrayó.
En la playa
Debutó como guardavidas en el balneario Florida, en Necochea, y desde allí se trasladó al balneario Tiraboschi, en Mar del Plata. Fue en esa ciudad, en un natatorio cubierto y al realizar las pruebas físicas, donde conoció a Omar Sánchez y Américo Brajovich, que se preparaban para trabajar en la costa de Claromecó; "buscaban otros compañeros. En ese momento estaban Enrique Mulder, Guillermo Avila y el papá de todos los guardavidas, que era Juan Carlos Echeverri", indicó.
Se sumó al grupo de Claromecó. Para equiparar los mayores ingresos que cobraba en Mar del Plata, pidió que junto con el sueldo le otorguen la casa y la comida. La comisión de fomento le dio hospedaje la primera temporada en el Hotel Brisas (los dos años siguientes se ubicó en la Colonia de Vacaciones y luego en un local alquilado a Pablo Satini) y la comida se la brindaban en el Hotel Royal.
En la segunda mitad de la década del '50, disponían de apenas cinco miembros. Controlaban una zona de baño más reducida que en la actualidad, pero no tenían vehículo. Por entonces, Dunamar empezaba a tomar forma y no contó con guardavidas hasta períodos posteriores. En la entrevista mantenida en 2008, comentó que "entre los primeros enviados a Dunamar recuerdo a Ariel Pomponio. Después estuvo Alberto Borelli, hasta que decidió hacer un balneario en Claromecó".
No había dudas sobre su capacidad. No sorprendió, en consecuencia, que durante 19 años fuera jefe de este servicio. También fue delegado sindical en el sector de la costa que abarca desde San Cayetano a Pehuencó.
Siempre tuvo palabras de elogio para Juan Carlos Eseverri. "Ese muchacho llegaba a la playa a la hora que tenía que llegar, se dirigía a la orilla del agua y hasta que no se le acababa el turno no salía -decía con gestos de reconocimiento-. El heredero de él fue Oscar Guido, quien falleció joven".
Entre quienes se destacan por su destreza como nadadores, mencionaba a Jorge Suárez o Roberto Maté, mientras que en la categoría de marineros ingresaban -a su entender- Enrique Mulder, Guillermo Avila o Alberto D'Agostino. "Les podías vendar los ojos y sabían por que lugar iban a entrar al mar", aseguraba.
La conversación dio lugar a las anécdotas con Maté y Brajovich, vivencias inolvidables en las playas. Reta constituyó su último lugar como celoso protector de los veraneantes. Generaciones han sido testigos de su presencia, con una postura atenta y la mirada concentrada en el mar. Era su lugar más preciado, donde dejó su huella y generó el afecto de tantos que tuvieron la oportunidad de conocerlo.
Debutó como guardavidas en el balneario Florida, en Necochea, y desde allí se trasladó al balneario Tiraboschi, en Mar del Plata. Fue en esa ciudad, en un natatorio cubierto y al realizar las pruebas físicas, donde conoció a Omar Sánchez y Américo Brajovich, que se preparaban para trabajar en la costa de Claromecó; "buscaban otros compañeros. En ese momento estaban Enrique Mulder, Guillermo Avila y el papá de todos los guardavidas, que era Juan Carlos Echeverri", indicó.
Se sumó al grupo de Claromecó. Para equiparar los mayores ingresos que cobraba en Mar del Plata, pidió que junto con el sueldo le otorguen la casa y la comida. La comisión de fomento le dio hospedaje la primera temporada en el Hotel Brisas (los dos años siguientes se ubicó en la Colonia de Vacaciones y luego en un local alquilado a Pablo Satini) y la comida se la brindaban en el Hotel Royal.
En la segunda mitad de la década del '50, disponían de apenas cinco miembros. Controlaban una zona de baño más reducida que en la actualidad, pero no tenían vehículo. Por entonces, Dunamar empezaba a tomar forma y no contó con guardavidas hasta períodos posteriores. En la entrevista mantenida en 2008, comentó que "entre los primeros enviados a Dunamar recuerdo a Ariel Pomponio. Después estuvo Alberto Borelli, hasta que decidió hacer un balneario en Claromecó".
No había dudas sobre su capacidad. No sorprendió, en consecuencia, que durante 19 años fuera jefe de este servicio. También fue delegado sindical en el sector de la costa que abarca desde San Cayetano a Pehuencó.
Siempre tuvo palabras de elogio para Juan Carlos Eseverri. "Ese muchacho llegaba a la playa a la hora que tenía que llegar, se dirigía a la orilla del agua y hasta que no se le acababa el turno no salía -decía con gestos de reconocimiento-. El heredero de él fue Oscar Guido, quien falleció joven".
Entre quienes se destacan por su destreza como nadadores, mencionaba a Jorge Suárez o Roberto Maté, mientras que en la categoría de marineros ingresaban -a su entender- Enrique Mulder, Guillermo Avila o Alberto D'Agostino. "Les podías vendar los ojos y sabían por que lugar iban a entrar al mar", aseguraba.
La conversación dio lugar a las anécdotas con Maté y Brajovich, vivencias inolvidables en las playas. Reta constituyó su último lugar como celoso protector de los veraneantes. Generaciones han sido testigos de su presencia, con una postura atenta y la mirada concentrada en el mar. Era su lugar más preciado, donde dejó su huella y generó el afecto de tantos que tuvieron la oportunidad de conocerlo.
Fuente: La voz del Pueblo.
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