Estoy lejos del pueblo, pero mi cabeza no para. ( o tal vez por estar lejos sucede)) Recuerdos y recuerdos de un tiempo lejano y hermoso, de sacrificios, esfuerzos, unión familiar, buenos vecinos, y sueños...
Recordaba a mi padre y su herrería. En realidad, trabajaba el hierro, pero también la madera. Era una carpintería de la cual salían cajas de camiones y acoplados, y otros varios trabajos que no requerían la maestría de un ebanista. Pero también arreglaba ruedas de sulkis y carros tipo charré, de aquellos que usaban los verduleros, o los carros de los carniceros, y , para ser exacta, todo lo que cayera en sus manos.Cuando pienso que comenzó en sus años mozos, con una escofina, un martillo, un formón, y hasta con un cuchillo!, siento que honró la vida con creces. Siempre fue muy prolijo, y así, con pocas herramientas, hizo una cómoda. Todavía la tiene. Fuerte y muy bien terminada. Tanto le gustó a sus cuñados, que cada uno le encargó un mueble idéntico. Pero, en la herrería hizo de todo; para ello y con el tiempo fue comprando herramientas que eran imprescindibles para su oficio Iba a los remates, que antes se hacían con mucha frecuencia, y en donde se podía comprar desde una pinza a una docena de platos de cocina, por ejemplo, eso sí: todo usado.
Luego, ya mejor plantado,en los Grandes Almacenes El ABC de Tres Arroyos, compraba herramientas nuevas. Y hasta por correo se podían encargar, y alguna vez lo hizo.
Tenía mucho trabajo, su herrería estaba bien ubicada, no cobraba mucho, solucionaba los problemas que le presentaba la gente, era conocido, así que siempre necesitaba y deseaba tener tal o cual herramienta nueva.
Él ponía también fondos a las ollas, fuentones, etc. Los había de aluminio, enlozados y de zinc. Primero había que cortar la base rota, dándole toda la vuelta con una tijera de cortar chapa, y luego hacer en chapa una pieza con el mismo diámetro pero con una pestaña de 1 cm aproximadamente para doblar por fuera del objeto .Una vez arreglado, le alargaba la vida un poco mas. Durante mucho tiempo, papá soldaba con un soldador que calentaba al rojo vivo en la fragua, y con estaño pegaba el nuevo fondo que era de chapa de zinc, invariablemente.
Pero ya habían aparecido las autógenas, y pensó que era el momento de .comprarse una para tanta soldadura que tenía que hacer. Y la compró. Ahí conocimos el carburo, entre otras cosas, porque funciona con él. Sin ninguna experiencia, empezó a practicar. Por esos días, llegó doña Thea, una señora muy conocida, dinamarquesa, que le alquilaba un departamentito a Repetti. Traía una linda cafetera enlozada colorada, de unos -yo calculo-, 25 a 30 cms. de alto. Estaba agujereada en el fondo, y quería que papá le pusiera fondo nuevo. Y con mucho entusiasmo, mi padre se puso a trabajar, pero no era igual que hacerlo con el otro soldador: acá requería bórax, y un alambre de bronce, y además, este soldador , a diferencia del otro, echaba fuego , fuerte fuego en su pico, que había que regular..
Trabajó con esmero, pero la cosa no salía como él esperaba, así que luchó y luchó, hasta que pudo dar por terminada la soldadura. Un primor: todo bronce alrededor.
Cuando llegó doña Thea a buscar su cafetera, encontró un recipiente de unos 10 cms. de alto!
No puedo olvidar la cara de la pobre señora, que chapuceaba el castellano, cuando dijo, asombrada: ¿¡Esto mío! ?
Si, claro, se la llevó...
Como ven, hay recuerdos de todo tipo dando vueltas.
Ah, mi padre después de ese episodio, aprendió a soldar !
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