sábado, 26 de octubre de 2024

Y hablando de nuestro campo...

 Si... Hablando de nuestro campo, que es el muy estrecho hermano del pueblo,  encontré unos versos de José Pedroni, nuestro poeta santafesino, que me llevaron otra vez, a los recuerdos de mi padre y sus relatos. El poema habla de la trilladora, aquella que acompañaba al hombre en sus chacras, para levantar las cosechas. Ya no está la trilladora. Con ella se fueron el foguista, el aceitero, los horquilleros, los yuyeros...Ya no hay quien se levante a las 4 de la mañana para encender la paja que alimentaría la caldera. Tal vez alguna fotografía perdida por allí, nos la muestre, silenciosa y quieta, lejos de aquel trajín sereno y urgente a la vez, donde su accionar levantaba la incordiosa granza que atormentaba a los hombres, metiéndose en sus ojos y en sus ropas, para desesperación de muchos...

Pero Pedroni nos la trae a través de sus palabras, con una cierta mirada de niño, con la resignación de quien sabe -y acepta-, que ese tiempo se fue para siempre, y con el quebrado romanticismo de su alma al recordar las cosas bellas y simples que ya no retornarán...                                                                                                          

                                           La trilladora         

Ahora la niñez es de avión en el cielo.

La mía fue de nube. No cambió mi recuerdo.

Aquel rancho, aquel árbol, aquel trigal inmenso;

aquella Trilladora que atravesaba el pueblo.

Ahora la niñez es de coche en el viento.

La mía fue de pájaro sobre caballo suelto.

Aquel carro, aquel árbol, aquel poste de hornero, 

con música en el alma,,, no cambió mi recuerdo.

Ahora la niñez es de fulgor eléctrico.

La mía fue de lámpara y de luna naciendo.

Aquel poste, aquel árbol, aquel arroyo lento, 

con ángel en la orilla...no cambió mi recuerdo.

Todo está en el ayer como si fuera un cuento.

"La Trilladora" llámese , y no tiene regreso;

dormía nueve meses y despertaba al décimo;

iba de parva en parva desde noviembre a enero.

Hundiendo alcantarillas y soplando del suelo

- vidrio pulverizado- bandadas de jilgueros.

¡Que dulce era su canto de sirena a lo lejos!

Enamoraba al hombre e invitaba a su sueño.

Se perdió en la llanura con su motor de fuego,

su vagón, su casilla, su carrito aguatero.

Un niño la seguía, con paloma, y no ha vuelto;

era callado, triste...No cambió mi recuerdo.

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Mi homenaje a todos los que aun persisten en conservar la Tradición, para que todas las generaciones se enorgullezcan de nuestras raíces . Porque ya se sabe: NO SE PUEDE AMAR LO QUE NO SE CONOCE.




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