¡ Que felices que éramos con las cosas más simples de la vida, cuando como niños inconcientes y despreocupados, ignorábamos que todo cambia!
Mi memoria me remonta a aquellos años de mi niñez, cuando íbamos a jugar a la lotería por las noches, a la casa de Avelino Toribio y de su esposa Chola Britos. Tenían varios hijos , entre ellos tres mujeres: Titi, Gloria y María, la más pequeña. Por San Juan, nos juntábamos los Toribio y otros chicos del barrio, y como hormiguitas juntábamos todo lo que podíamos conseguir que fuera combustible: ramas y ramitas, cartones, papeles, y otros elementos que nos acercaban nuestros mayores, de manera de hacer la hoguera más grande . Porque en realidad, en algunos otros lugares del pueblo estaban haciendo lo mismo, todos abrigando la secreta esperanza de que su fuego fuera más importante que cualquier otro. Es que esta costumbre,traida por los españoles, al igual que en España, tenía (y tiene) aires de competencia, y sobre todo en Alicante se compite con las "fogueras" y se las premia desde el Ayuntamiento. En fin, nosotros cada 24 de junio hacíamos la pira en la intersección de las calles Misiones y La Rioja, donde metro más, metro menos vivíamos todos.Con los años los Toribio se fueron a Necochea, y aquellas viejas costumbres se perdieron en nuestra familia, pero eran muchos los que se entretenían así, después de la jornada de trabajo.
Los hombres a la tardecita , después de lavarse, iban a algún lugar a jugar a las cartas antes de la cena ,( en el caso de mi padre sólo cruzaba la calle para llegarse al hotel de enfrente), y allá jugaban por los tantos o por una copita. En algunas oportunidades las señoras , por las tardes, también jugaban a las cartas , con algunas congéneres que llegaban de visita :chinchón, escoba, desconfío, y un juego que era tan ingenuo!, donde participaba el as de oro y que si lo tenían en mano adquiría un significado especial y despertaba la hilaridad de todas.
Los hombres, y a veces la familia también disfrutaban en los domingos, del fútbol.
Cada temporada estival llegaban al pueblo un parque de diversiones, y casi con la misma regularidad, un circo. Los dueños de estos entretenimientos sabían que las cosechas cerealeras dejaban mucho dinero en los hombres que se habían conchabado para levantarlas, y sabían también que no había ahí mucho en que gastarlo, por eso tenían una gran convocatoria popular. Recuerdo un parque que organizaba un concurso de cantantes, con algún premio pequeño para el ganador, y que atraía enorme concurrencia, un poco por curiosidad y otro poco porque siempre hay alguien que se cree dotado para el canto y tal vez sólo despierta carcajadas entre el público. Pero esto no puede ser sacado de contexto; imagínense la modorra habitual de una pequeña localidad como Copetonas, donde como en cualquier parte hay gente con talento pero falta de oportunidades. Es lícito, entonces, que en el alma sencilla y sensible de esta gente anide un sentimiento de esperanza. Esperanza de ser Alguien, esperanza de un cambio... Esperanza de que el mundo lo vea.
Eran hermosas noches de verano, y mis padres nos llevaban a disfrutar del fresco de esas noches que a menudo eran como un bálsamo después de días agobiantes, y por ello nos acostábamos muy tarde.
Hubo quien se entretenía poniendo sobrenombres a las personas, por su aspecto, por su actividad, por algún episodio que lo dejaba "marcado" de por vida... Ponía apodos con tanta gracia y acierto, que lo valió el alias de "Cura Gaucho", porque bautizaba sin cobrar. Esta misma persona es mecánico y corría carreras de automóviles, afición que despertaba tanta pasión en él como aquel arte de "bautizar." Cada vez que había competencia de autos, corría con una" cafetera", y lo gracioso de todo era que si no andaba muy bien en la pista, si empezaba a fallar, se paraba ¡en marcha! en el estribo, e iba ajustando piezas del motor, hasta que mejorara el andar (o el ruido). Naturalmente que éste espectáculo era otro de los entretenimientos del pueblo.
En fin, carreras de autos para los fierreros, de sortijas para los más camperos, alguna doma, además de los festejos patrios, que a menudo se llevaban a cabo en las escuelas.
Las fiestas escolares eran la convocatoria para la familia : danzas nativas, alguna obrita de teatro, algún recitado, y también ingenuas y divertidas competencias donde podían participar los padres : la carrera del huevo en la cuchara que debía ser fresco, y si se descubría que algún pícaro jugaba con un huevo duro se lo descalificaba. La carrera de tres piernas, donde padre e hijo se ataban entre sí una pierna central cada uno. En general las madres no faltaban a esas convocatorias, que se realizaban el mismo día en que se conmemoraba la fecha patria. En ese tiempo , nadie hubiera soñado siquiera traicionar la historia y el sentido de la misma, festejando por ejemplo el 25 de Mayo tres días antes porque "cae" mejor.
Y sin dudas, la fiesta más emotiva era la del Día de la Madre. Ahí todos éramos iguales, con un ramito de nomeolvides en nuestra trémulas manos, tan trémulas como estaban las gargantas de las mamás, esperando el beso y el regalo. La buscábamos con la mirada. Nos buscaba con la mirada. Y en ese encontrarse nuestros ojos había mucho más que el amor que nos unía. Desde entonces yo adoro la nomeolvides, porque la veo como a mi madre: hermosa, humilde, perfecta.
Cuando terminaban los actos escolares, un gran canasto con facturas nos esperaba a la salida, y cada uno de nosotros nos retirábamos con una de ellas, felices y contentos.
El cine fue durante años otro hermoso lugar de esparcimiento, pero se fue muriendo, en éste pueblo como en tantos..., y hoy ya no funciona.
Después, fuí creciendo y viví lo que tantos jóvenes ya vivían: los bailes en el salón de la Sociedad Española. Era el salón grande del pueblo, aunque viejo y muy poco llamativo , pero su capacidad hacía que las fiestas más importantes las hicieran allí. Y cuando se anunciaba un baile, despertaba el interés de toda la muchachada (hoy escribo esta palabra y me suena a viejo, pero es la que mejor se aplica aquí y ahora).
Íbamos acompañadas de nuestras madres, que aguantaban todo, inclusive el frío de ese enorme, alto y desvestido salón .( la cuestión era vigilar la "nena").
Y en lo que concierne a fiestas populares, cómo no contar lo que eran las de la Patrona del pueblo, Nuestra Señora de la Merced, el 24 de setiembre. Llegaron a ser verdaderos encuentros comunitarios donde campo y poblado estrechaban vínculos y se divertían mientras disfrutaban de los mejores asados de vaquillonas y corderos. Generalmente se utilizaban a tal fin los galpones del F.F.C.C. o de la Cooperativa Agrícola , y muchos hombres eran convocados año tras año como asadores, por su sapiencia y seriedad. Algunos de estos hombres eran: Juan Ardanz, Juan Hernández, Félix Duba... , además siempre tenían un grupo de ayudantes. Mientras, las damas preparaban ensaladas, las bebidas, las mesas, limpiaban, etc.
Cuando se festejó el Cincuentenario de Copetonas, el almuerzo se realizó el 13 de octubre de 1962, en el galpón del F.F.C.C., y se asaron 75 corderos, 64 vacas, ( un total de 139), y había 41 metros de asadores. Tuvieron que improvisar un techado porque amagaba lluvia, así que a último momento se tendió 20 metros de techo. Y se empezó a las 2 de la mañana con los preparativos. Todos comimos, todos bebimos, todos nos divertimos. Pero ahora ¡ recién ahora!, pienso en esa pobre gente, los asadores, que tantas veces pasa inadvertida, qué cansancio atroz cuando terminaba el festejo! Y trabajaban gratis, como todos los colaboradores...( yo lo sé bien porque mi padre, Juan Hernández, era uno de los asadores convocados siempre).
Pero otro pasatiempo del pueblo era , los domingos, caminar hasta las quintas. No se si nos divertían pero servían de solaz, probábamos las frutas del árbol y comprábamos. Naturalmente que algunos hombres iban a pescar, teniendo tan cerca el Quequén y el Reta, como lo hacen hoy, o iban a cazar, como lo hacen hoy; pero ésto tiene mayores restricciones, ya sea porque hay que pedir permiso en los campos, ya porque no queda mucha fauna para cazar, o por las vedas circunstanciales. Y por último, tengo que mencionar el radioteatro, que hacía suspirar a las señoras, mientras lloraban, soñando con amores que seguramente ya no vivirían.