Un día, tuve que ir por primera vez a un velorio. Tendría yo unos 11 o 12 años; no recuerdo quien había fallecido, pero fue alguien muy conocido, o familiar. Acompañé a mamá; era de noche, y el único foco de cada esquina poco iluminaba, entre oscilación y oscilación. Los más grandes recordarán cómo eran esos focos, que tenían por encima una pantalla enlozada , de manera de proyectar el haz de luz hacia abajo.
No recuerdo tampoco adonde quedaba la casa del velorio, pero sí me acuerdo que llegamos a un lugar que tenía como un corredor, donde se encontraban pequeños grupos de personas hablando en voz baja, envueltos en la negrura del lugar.Apenas se veía, esporádicamente, unas pequeñas luces rojas, de algunos cigarros. Y ahí fué mi primera sorpresa: pasar de esa oscuridad, casi sin transición, a una habitación resplandeciente donde se veía en un primer plano, en el centro, el cajón. Alrededor, muchas personas que inmediatamente posaron sus miradas en nuestras figuras que se recortaban en el vano de la puerta. Cuando pude, después de los saludos de mi madre a esas gentes llorosas, observé el lugar con curiosidad: los muebles estaban tapados con sábanas blancas que - a mi parecer- le daban un toque extraño al ambiente; así que como otra cosa no tenía que hacer, miré eso y el montón de personas que cuchicheaban. (Ahora lo pienso, cuando he ido a muchos velatorios en mi vida, y me digo a mí misma:¡ que fauna aparece en ellos!) En fin, no se cuanto tiempo estuvimos allí, pero al rato volvimos a casa, prometiendo volver "mañana".
Y al otro día, otra vez mamá quiso ir conmigo, y llegamos casi a la hora del responso; había gran cantidad de gente para despedir a el/la finadito/a.( quien sería?) Llegó el cura, y empezó con su servicio. Yo quedé bastante atrás, prácticamente contra la pared., entre muchas otras personas. En un momento determinado, todos se arrodillaron, cosa que hoy no se ve en los velorios. Terminado el servicio sacerdotal, todo el mundo empezó a levantarse. Yo miré a mi diestra, y tres o cuatro personas más allá, se encontraba- también contra la pared-, una señora muy voluminosa de la cintura para abajo. Cuando se quiso incorporar, su humanidad posterior, tan abundante, dió contra la pared, y cayó de bruces al piso. Volvió a intentar levantarse, y ¡ otra vez!, ese "atado de ropa" que llevaba de la cintura para abajo, golpeó contra la pared, y la mandó hacia adelante. A esta altura, lo único que miraba yo eran esas maniobras, que me parecieron graciosísimas. Al final, esta señora calculó el espacio que le quedaba, se reacomodó y pudo levantarse y quedar de pie.
Todo esto que relato me quedó grabado, y doy fe que no exagero ni un ápice!
qué bien presentado el velorio de antes en las casas de familia!!Me hizo recordar que al primero que fui lo conocí a mi esposo futuro, tenía yo 11 años y el velorio era en su casa, mi madre me llevó porque era una sra. conocida de ella.
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