Varela y Peregalli
Rodolfo Mayo, el menor
Título en la revista Así
Erreguerena y parroquianos
Edificio de la antigua Sub-comisaría
El año 1967 fue para Copetonas el año del miedo. Cuando han transcurrido 43 años, muchos de sus protagonistas ya no viven.
Todo comenzó con la llegada del oficial principal Hugo Néstor Vázquez a la sub-comisaría del pueblo. Ahí comenzaron los allanamientos, apremios ilegales y abusos verbales.
El miércoles 18 de octubre tres vecinos se animaron y en el despacho del juez en lo Penal de Bahía Blanca, Juan José Llobet Fortuny, contaron casi a coro que traían graves denuncias en sus puños.
Uno de ellos era Pedro Martínez, quien contó al juez que "tres personas que se titulaban policías entraron por la fuerza a mi casa, revisaron todo y se llevaron una vieja cama de hierro, un cajón con botellas vacías ,un cuerito de cordero y dos bolsas vacías. Un día antes , los mismos habían detenido a mis cuatro hijos y me habían impedido verlos".
El segundo vecino, Segismundo Alonso Prieto, contó: "Yo estaba en mi negocio-tengo un bar-, cuando llegó el oficial Vázquez, acompañado por tres personas vestidas de particular.Vázquez se quedó en la puerta mientras los compinches empezaron a registrar a todos los parroquianos. Uno de los que venían con el policía se metió detrás del mostrador y revisó todos los cajones mientras me insultaba. Después echó a empujones a un cliente".
El tercer hombre, Everardo Erreguerena, habló: " A mi me pasó lo mismo. Tengo un negocio de bar y confitería. Una noche entraron estos individuos, palparon de armas a todo el mundo, pidieron documentos, y retiraron luego a dos menores que estaban en una mesa. Después me obligaron a bajar dos persianas del local. A la semana siguiente, en otra recorrida, me clausuraron el negocio y me citaron para labrarme un acta de contravención."
De esta manera, nuestro apacible pueblo, comenzaba a inquietarse.
Con el patrocinio del abogado Jorge Duarte, se presentaron ante el juez bahiense los vecinos Nélida Mercedes López, Alicia Peralta, María Inés Leguizamón, Pedro Martínez, Edmundo Alonso, Everardo Erreguerena , Eduardo Máximo Varela (delegado municipal de Copetonas) e Hipólito Peregalli (presidente de la Junta Vecinal), diciendo que desde el 12 de octubre en adelante habían sido detenidos por la policía local Juan Peralta, Abelardo Sayago, Horacio Orlando García, Nicolás Plácido Barrera, Felipe Santiago Martínez, Pedro Martínez, José María Martínez, Armando Aníbal García, Alberto Dufaur y un menor de 17 años. Según los denunciantes, estas detenciones fueron hechas sin explicación alguna.
Los presos fueron incomunicados en la sub-comisaría, y aunque familiares y vecinos querían verlos, y llevarles ropa y alimentos, siempre fue impedido por el oficial Vázquez, que se sentía amo y señor del pueblo. Los presos fueron tratados brutalmente; fueron muchos los vecinos que oyeron gritar a las víctimas en su encierro. Los médicos Bordone y Caro, de Tres Arroyos, constataron los golpes redibidos. El delegado municipal dijo que" nosotros no apañamos a los delincuentes, quien comete delitos debe pagarlo, pero esta gente es inocente". De hecho, no se les pudo probar nada, y a la larga, todos fueron liberados.
Pero ya estaba desatado el escándalo en Copetonas: los medios nacionales daban difusión al tema, algunos amarillistas con grandes titulares, como "La caldera del Diablo", al referirse al pueblo.
Vázquez actuaba secundado por los cabos Balbuena y Ríos y el sargento Gil, y a la hora de los castigos todos pegaban, insistiendo con los golpes para que confesaran su delito. En su abuso de autoridad, Vázquez llegó a sacar de la escuela al menor Rodolfo Mayo , de 13 años, y lo castigó con un látigo para que confesara un robo que no cometió. El niño, aterrorizado , confesó lo que no había hecho, por miedo nomás. Esta detención se produjo el 20 de octubre, y ese mismo día todo el comercio de Copetonas cerró sus puertas en señal de repudio y protesta.
Todo Copetonas, a esta altura, estaba con miedo, y hablaba por lo bajo.
Mientras, nuevos nombres, de nuevas víctimas, empezaban a aparecer: Raúl Lezcano, agricultor, fue testigo de un atropello y alzó su voz. Mohamed Hulus, de 73 años,dueño de un bar, recibió la visita de la comisión policial, que lo increpó en pésimos términos, y le requisó su morada, acusándolo de quinielero. Hulus cerró su negocio, aterrorizado y se fue a Tres Arroyos con su familia. También Alberto Tortoroli fue víctima de la furia de Vázquez, cuando regresaba del cine y fue parado por dos policías de civil. Simultáneamente, Loreto Zingales, fue detenido sin motivo alguno.
A todo esto, Vázquez dijo que "lo que pasa es que este pueblo nunca tuvo policía efectiva. Solamente contaba con dos agentes, vecinos de la localidad, quienes estaban acostumbrados a actuar de otra manera. Yo mismo he participado de los procedimientos y puedo asegurar que se han realizado correctamente". Estas y otras consideraciones fueron la defensa del oficial, que finalmente fue separado de su cargo y trasladado a Tres Arroyos. Lo reemplazó el oficial principal Carlos Pérez. Mientras, el ministro de Gobierno se aprestaba a investigar personalmente el increíble episodio, informado por el Intendente de Tres Arroyos, Anuncio Diez Balbuena, de la magnitud , gravedad y repercusión de los hechos.
Sólo dos meses de atropellos policiales fueron suficientes para que nuestro pueblo perdiera -en lo policial-, la categoría de sub-comisaría, y quedáramos con un destacamento policial.
Pero , al fin, los copetonenses pudieron volver a su ritmo habitual.
Todo comenzó con la llegada del oficial principal Hugo Néstor Vázquez a la sub-comisaría del pueblo. Ahí comenzaron los allanamientos, apremios ilegales y abusos verbales.
El miércoles 18 de octubre tres vecinos se animaron y en el despacho del juez en lo Penal de Bahía Blanca, Juan José Llobet Fortuny, contaron casi a coro que traían graves denuncias en sus puños.
Uno de ellos era Pedro Martínez, quien contó al juez que "tres personas que se titulaban policías entraron por la fuerza a mi casa, revisaron todo y se llevaron una vieja cama de hierro, un cajón con botellas vacías ,un cuerito de cordero y dos bolsas vacías. Un día antes , los mismos habían detenido a mis cuatro hijos y me habían impedido verlos".
El segundo vecino, Segismundo Alonso Prieto, contó: "Yo estaba en mi negocio-tengo un bar-, cuando llegó el oficial Vázquez, acompañado por tres personas vestidas de particular.Vázquez se quedó en la puerta mientras los compinches empezaron a registrar a todos los parroquianos. Uno de los que venían con el policía se metió detrás del mostrador y revisó todos los cajones mientras me insultaba. Después echó a empujones a un cliente".
El tercer hombre, Everardo Erreguerena, habló: " A mi me pasó lo mismo. Tengo un negocio de bar y confitería. Una noche entraron estos individuos, palparon de armas a todo el mundo, pidieron documentos, y retiraron luego a dos menores que estaban en una mesa. Después me obligaron a bajar dos persianas del local. A la semana siguiente, en otra recorrida, me clausuraron el negocio y me citaron para labrarme un acta de contravención."
De esta manera, nuestro apacible pueblo, comenzaba a inquietarse.
Con el patrocinio del abogado Jorge Duarte, se presentaron ante el juez bahiense los vecinos Nélida Mercedes López, Alicia Peralta, María Inés Leguizamón, Pedro Martínez, Edmundo Alonso, Everardo Erreguerena , Eduardo Máximo Varela (delegado municipal de Copetonas) e Hipólito Peregalli (presidente de la Junta Vecinal), diciendo que desde el 12 de octubre en adelante habían sido detenidos por la policía local Juan Peralta, Abelardo Sayago, Horacio Orlando García, Nicolás Plácido Barrera, Felipe Santiago Martínez, Pedro Martínez, José María Martínez, Armando Aníbal García, Alberto Dufaur y un menor de 17 años. Según los denunciantes, estas detenciones fueron hechas sin explicación alguna.
Los presos fueron incomunicados en la sub-comisaría, y aunque familiares y vecinos querían verlos, y llevarles ropa y alimentos, siempre fue impedido por el oficial Vázquez, que se sentía amo y señor del pueblo. Los presos fueron tratados brutalmente; fueron muchos los vecinos que oyeron gritar a las víctimas en su encierro. Los médicos Bordone y Caro, de Tres Arroyos, constataron los golpes redibidos. El delegado municipal dijo que" nosotros no apañamos a los delincuentes, quien comete delitos debe pagarlo, pero esta gente es inocente". De hecho, no se les pudo probar nada, y a la larga, todos fueron liberados.
Pero ya estaba desatado el escándalo en Copetonas: los medios nacionales daban difusión al tema, algunos amarillistas con grandes titulares, como "La caldera del Diablo", al referirse al pueblo.
Vázquez actuaba secundado por los cabos Balbuena y Ríos y el sargento Gil, y a la hora de los castigos todos pegaban, insistiendo con los golpes para que confesaran su delito. En su abuso de autoridad, Vázquez llegó a sacar de la escuela al menor Rodolfo Mayo , de 13 años, y lo castigó con un látigo para que confesara un robo que no cometió. El niño, aterrorizado , confesó lo que no había hecho, por miedo nomás. Esta detención se produjo el 20 de octubre, y ese mismo día todo el comercio de Copetonas cerró sus puertas en señal de repudio y protesta.
Todo Copetonas, a esta altura, estaba con miedo, y hablaba por lo bajo.
Mientras, nuevos nombres, de nuevas víctimas, empezaban a aparecer: Raúl Lezcano, agricultor, fue testigo de un atropello y alzó su voz. Mohamed Hulus, de 73 años,dueño de un bar, recibió la visita de la comisión policial, que lo increpó en pésimos términos, y le requisó su morada, acusándolo de quinielero. Hulus cerró su negocio, aterrorizado y se fue a Tres Arroyos con su familia. También Alberto Tortoroli fue víctima de la furia de Vázquez, cuando regresaba del cine y fue parado por dos policías de civil. Simultáneamente, Loreto Zingales, fue detenido sin motivo alguno.
A todo esto, Vázquez dijo que "lo que pasa es que este pueblo nunca tuvo policía efectiva. Solamente contaba con dos agentes, vecinos de la localidad, quienes estaban acostumbrados a actuar de otra manera. Yo mismo he participado de los procedimientos y puedo asegurar que se han realizado correctamente". Estas y otras consideraciones fueron la defensa del oficial, que finalmente fue separado de su cargo y trasladado a Tres Arroyos. Lo reemplazó el oficial principal Carlos Pérez. Mientras, el ministro de Gobierno se aprestaba a investigar personalmente el increíble episodio, informado por el Intendente de Tres Arroyos, Anuncio Diez Balbuena, de la magnitud , gravedad y repercusión de los hechos.
Sólo dos meses de atropellos policiales fueron suficientes para que nuestro pueblo perdiera -en lo policial-, la categoría de sub-comisaría, y quedáramos con un destacamento policial.
Pero , al fin, los copetonenses pudieron volver a su ritmo habitual.
excelente trabajo para la memoria. Yo tenía 7 años por entonces, y tengo un recuerdo difuso de toda esa historia macabra...Gracias por compartir
ResponderEliminarClaro, Carlos, eras muy niño. Pero esta historia a sido plasmada en tanta prensa, que hoy somos muchos los que tenemos testimonios de aquellos terribles días. Y es bueno recordar, para que nos demos cuenta, mas allá de este episodio, que UNIDOS SE PUEDE: Besossss Maria del Carmen
EliminarAlgunas de las victimas como los hnos Martinez, con el tiempo sufrieron daños irreparables en lo que hace a su salud a consecuencia de lo sucedido...
ResponderEliminarY eso es lo que nadie evalúa!! siempre sobre los mas débiles! gracias ,Jorge, un saludo.
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