De algún lado llegó, un día cualquiera, un tal Betolaza, al que le faltaban varios tornillos. Anduvo un tiempo por las calles de Copetonas, viviendo de la caridad popular; y era generalmente en el hotel de Vacca que se le daba de comer. Nos llamaba la atención que pedía yerba muy seguido, y nos preguntábamos cómo se le gastaba tan rápido. Un día descubrimos la razón: se la comía en seco!
Llegaron los carnavales, en esos tiempos en que nuestras madres nos vestían con sus batones o enormes pantalones de hombre, nos ponían una careta, generalmente de trapo, con 3 orificios (boca y ojos), y un poco de colorete, y salíamos con voz de mascarita a dar unas vueltas por el barrio. (Naturalmente, todos nos conocían pero disimulaban).
Betolaza también salió: con un trapo en la cara, con la misma y única gastada ropa de todos los días, con sus mismos retorcidos zapatos de siempre, una gran lata cuadrada colgada del cuello y un palo. Desde lejos se oían sus gritos -OLE CACHIMBÓ, OLE MARIMBÓ !...OLE CACHIMBÓ, OLE MARIMBÓ!-y el estruendo de su improvisado tambor , que se acercaban.
Cuando llegó a la herrería de papá , le preguntó: Quien soy? . No me conoce? Mi padre por seguirle la corriente, le dijo que no lo conocía, y Betolaza le contestó, bajándose de un tirón el trapo del rostro: Ahora me va a conocer.
-Ahh!-, dijo papá, - y de que estás disfrazado?- a lo que Betolaza le contestó muy fresco, que de "Negro Congo". Y dicho esto, siguió con su rutina, a grito pelado: OLE CACHIMBÓ, OLE MARIMBÓ!...OLE CACHIMBÓ, OLE MARIMBÓ!...OLE CACHIMBÓ, OLE MARIMBÓ!..., mientras se alejaba, en la burbuja de su propio mundo.
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