viernes, 30 de septiembre de 2011

Briceño- Ortiz de Rosas (ellos también hacen Copetonas)







Herrería que fue de mi padre. Hoy es de Briceño.(2010)

Salón que papá construyó para Ferretería.
Hoy la Flia. Briceño lo utiliza para salón de fiestas y pelotero.


La casa en que crecimos los tres hermanos con nuestros padres.

Con ligeras modificaciones, hoy la habita la Flia. Briceño.


Evangelina y Celia. Sept. 2011 .


Llegaron hace 25 años al pueblo, provenientes del Pdo. de Villarino. Celia Ortiz de Rosas y su esposo Adalberto Briceño (Tito), trabajaron 12 años en un campo de aquella zona, con el enorme sacrificio de tener que mandar a sus cuatro hijas a Bahía Blanca, para que estudiaran, puesto que eso no era posible donde vivían. El sacrificio era doble: económico y afectivo, ya que a las niñas no las veían durante importantes lapsos de tiempo en el transcurso del año.Tito en esa estancia trabajaba de herrero; pero en el último año que permanecieron allí, la parte patronal y los Briceño no se pusieron de acuerdo en el valor del sueldo a acordar , y Tito y Celia decidieron buscar nuevos horizontes. Estuvieron trabajando en lugares cercanos, pero no por mucho tiempo: un día un hermano de Tito, José, que trabajaba en un campo de Copetonas, les propuso que se vinieran para aquí, a trabajar y a vivir. De esa manera, la familia se pudo reunificar, los padres y sus hijas María Gabriela, Evangelina, Marina Lorena y Andrea Viviana.
Hoy se puede ver la plenitud en la cara de Celia, al tener a sus hijas cerca, anhelo tan largamente acariciado.
Las chicas terminaron de crecer en Copetonas, y hoy todas están casadas: Gabriela con Carlos Alfredo Manríquez, Evangelina con Marcos Alfredo Fernández,(ambas viven en Copetonas), Marina con Diego Rodríguez de Tres Arroyos - y vive en Tres Arroyos con su familia-, y Andrea con Mauricio Suárez, quienes viven en Oriente. De estas uniones, Celia y Tito tienen hoy 11 hermosos nietos.
Al poco tiempo de llegar al pueblo, Celia abrió una verdulería, -"La Favorita"-,en el local que alguna vez fué el bar de Larsen y Lozano, sobre la calle La Rioja, entre San Martín y Misiones.
Celia por estos días, sólo es ama de casa, ¡que no es poco!, pero confiesa que le encanta ejercer el comercio. Es aún una mujer joven, entusiasta y vital. La familia Briceño compró la propiedad de Juan Hernández ( en realidad la vivienda de mis padres y donde crecimos sus hijos), que constaba de la casa de familia, el galpón de chapa donde papá tenía la herrería, y el salón que fué la ferretería, en la esquina de La Rioja y Misiones, hoy transformado en un pelotero y salón de fiestas. La propiedad no ha sufrido grandes modificaciones, y en lo que era la herrería, Tito desarrolla su actividad de herrero, además de tener taller y ser molinero.
En fin, la historia de esta familia fue contada a grandes rasgos; guardados en su recuerdo quedan aquellos lugares donde trabajaron por períodos breves de tiempo, antes de afincarse aquí, y también queda en ellos el recuerdo de luchas, alegrías y sinsabores que han vivido como cualquier otra familia. Porque ASI ES LA VIDA.

Gracias, familia Briceño!!

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