miércoles, 12 de septiembre de 2012

Recuerdos de la escuela primaria.

Cuando pienso en tantas cosas que hemos ido dejando atrás, en tan pocos años, me dan ganas de contarles a los más jovencitos de qué se trata. Y, a riesgo de aburrir a alguno, empiezo con una descripción somera. Descripción que puede ser completada por quien lo desee, sólo debe mandarme un comentario.Para empezar, diré que fue un tiempo maravilloso de mi vida. Yo  se que muchos recuerdos quedarán en "el tintero", como se decía antes. Ahora ya no hay tintero, ni tinta, ni lapicera. Y ésto precisamente me da pie para empezar con mis recuerdos:  Empiezo por la escuela primaria. Yo soy de los tiempos en que se hacían, si, siete grados, pero egresábamos cuando cumplíamos el sexto. Porqué? porque teníamos 1º Inferior y 1º Superior. Luego venía el segundo , después el tercero y así sucesivamente hasta el sexto. Me acuerdo cuando terminamos de hacer palotes, que comenzamos a escribir con tinta... Qué agujeros tenían las hojas de mi cuaderno! Porque de la pluma de la lapicera caían gotas de tinta, dejando un primoroso medallón azul en la blanca hoja rayada. Y ahí, para enmendar la desprolijidad, acudía a la goma, que al quitar la mancha arrebataba la porción de papel también, dejando un hermoso agujerito! Luego aprendí. Había que aprender. No usábamos mas que la pluma cucharita. Para limpiarla, cuando se secaba la tinta por inactividad, pasábamos un lápiz negro suavemente, por detrás, una y otra vez. Y si estaba mojada, muy cargada, yo la limpiaba con unas telas que mamá nos preparaba. Se trataba de varios medallones de telas de lanilla delgada, o paños, encimados unos sobre otros, unidos al centro por unas puntadas, y de remate un botón. El resultado? una flor con muchas hojas, entre las cuales introducíamos la pluma sucia y la sacábamos limpita. Recuerdo cuando empecé a leer y escribir. El leer fue como un renacimiento para mi. Sentí que por fin, entendía lo que estaba en caracteres negritos, enigmáticos,-las letras-; que acompañaban las distintas imágenes.Es difícil de explicar, pero fue como si una luz iluminara mi entendimiento. No olvidé jamás esa sensación, no fácil de entender para ninguno, lo se. Tampoco olvido el trabajo de mamá en aquellos primeros años, para conseguir un dibujito de una vaca, o de un león, etc., cuando deletreábamos: v-a-c-a, le-ón, etc., según aprendíamos a leer. Pegábamos al lado de la palabra en cuestión, una imagen correspondiente al texto para reforzar el aprendizaje. Hoy se critica el método, pero lo que aprendí, no lo olvidé jamás. Bueno, para conseguir esos dibujos, mamá nos mandaba a comprar "diarios viejos" a lo de De Luis, rogando que apareciera lo que buscaba. Me acuerdo de las carátulas, que me hacía mamá o a veces alguna amiga de la familia que se animaba a dibujar.Para mí, la carátula era lo más hermoso: se trataba de la primera página del cuaderno que estrenábamos, con dibujos bonitos, a colores ( sería porque siempre me gustó el dibujo y las imágenes), y donde se ponía el nombre del alumno,- en este caso mío-, grado al que íbamos, podía llevar agregado el nombre de la señorita maestra y hasta el de mi madre, como responsable de la menor.
El olor de ese cuaderno nuevo era delicioso, suave aroma que en la medida en que escribíamos, borrábamos, borroneábamos, manoseábamos las hojas, se iba yendo despacito. Usábamos los lápices hasta que llegaban a tener sólo un centímetro de largo, en el punto exacto en que ya nuestras pequeñas manos no podían tomarlos mas. Pero no todos eran tratados igual: eso sólo pasaba con los colores mas raros, excepcionales y bonitos.Por respeto a sus servicios prestados, guardé todos esos diminutos lápices  hasta hoy.
Llevábamos portafolio. El que podía llevaba un portafolio gordo, de cuero, con muchos folios. Los que no podían, porque era muy oneroso, llevaban uno de cuero que casi siempre era color suela, pero de un solo espacio interior. Las maestras usaban uno enorme, repleto de libros, papeles, cuadernos, que pesaba mucho. Pero no era impedimento para que nos disputáramos el llevarle" la cartera".Las maestras generalmente tenían una habitación en el hotel de Vega, y para ir yo a mi casa, tenía que pasar por enfrente, por lo tanto, siempre me ofrecía para  llevarle el portafolios, cosa que a menudo tenía que disputar con algun compañero. La cuestión era que la señorita escuchaba varios ofrecimientos, y luego trataba de ser ecuánime, dándosela un día a uno, otro día a otro. Hoy pienso: sería yo insoportable y aduladora? porque sentía una distinción y preferencia de la maestra cada vez que me "tocaba" llevarle la cartera. Ahora me doy cuenta que estaba equivocada! Y las tardes que me habré pasado en ese cuarto de hotel con las señoritas! Qué paciencia de estas chicas que se pasaban entre cuatro paredes de lunes a viernes, sus horas de descanso! Siempre impecables, blanquísimo y almidonado guardapolvo, zapatos tacos altos, manos cuidadas, dulces y delicados modales. Con alguna otra compañera íbamos para que nos explicaran tal o cual cosa, y hacíamos los deberes, asesoradas por ellas. Casi como un particular, gratis. Y de fondo, apenas audible, la radio, donde el speaker leía su guión. Pero por lo que recuerdo, estas jóvenes eran generosas, y disfrutábamos todas de la compañía de las otras.
En la escuela, las niñas no usábamos pantalones., En realidad, en casa tampoco. Sabíamos ir con las rodillas un poco coloradas en pleno invierno, pero en el aula nos calentábamos enseguida con una estufa a kerosene, que aún me parece ver,  de color verde. ( y nos enfermábamos, porque no faltaba la bolsita con la piedra de alcanfor para evitar contagios, que iba cosida a nustras prendas interiores.) Tampoco íbamos de zapatillas:  todos ( o casi ) usábamos zapatos. Y digo casi porque un compañero iba de alpargatas. No había distingos entre unos y otros; sin embargo un día, ese compañero faltó, y al día siguiente la maestra le preguntó qué le había pasado. El niño dijo que la mamá le había lavado las alpargatas y no se le habían secado. Yo recuerdo que todos lo miramos, ( y hoy me avergüenzo por ello), extrañados por su confesión. El niño fue muy valiente, y seguramente, sólo respondió a una conducta inducida por su mamá: " Decí siempre la verdad".
En aquellos tiempos, las clases incluían trabajos manuales, casi un recreo para los niños. Unos trabajaban el hilo sisal, alguna bordaba, o aprendía a pegar botones, etc., todos en un mismo salón y bajo la mirada atenta y las indicaciones de la misma maestra. Esa etapa de la educación fue muy importante, y debería ser recuperada.
Además calcábamos. Qué trabajo! Para  los que le gustaba hacer los deberes, como a mí, cuanto mas nos dieran para la casa, mas disfrutábamos. Yo no era muuuy buena para calcar, mi hermano lo hacía mejor, pero era muy aplicada y competitiva (ahora me doy cuenta). Es que tenía un grupo de compañeros muy inteligentes, que dibujaban muy bien y escribían mejor. Pero volviendo al calcado, teníamos que trabajarlo con plumín y tinta china. De pronto, apareció el Simulcop y le simplificó las tareas a algunos compañeros. Por supuesto, a aquellos que lo podían comprar.
En las horas o días en que no teníamos clases, era normal que un vecino nos pidiera si le hacíamos un mandado. Ibamos sin titubear, sabiendo que de propina podía haber luego una monedita. Pero jamás se nos ocurría "rapiñar" el vuelto. Y los vecinos eran vigilantes de cualquier niños que estuviera haciendo una travesura: o le avisaba al padre, o simplemente se lo llevaba a los padres. ¿Como no voy a querer a aquellos vecinos míos?
De esos tiempos, poco queda. Ahora, si no hay calefacción en  escuela, se hace una sentada enfrente del establecimiento. (Aclaro que estas últimas referencias corresponden a las ciudades). Ya no hay lapiceras con tinta ni pluma cucharita, los tinteros son artículos de colección. El speaker pasó a ser llamado mas criollamente Locutor. Los portafolios fueron reemplazados por mochilas, mas "cool."

Estos son mis lápices, que guardo con cariño.
Por suerte, quedarán aun docentes como las de antes, con verdadera vocación de servicio. Y recuerdos como éstos, valorando la escuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario