lunes, 28 de noviembre de 2011

Noviembre en Copetonas







































Llegué al pueblo en la apacible tarde de uno de los primeros días de este noviembre, y eso fué como una buena señal: casi nunca los días son apacibles, siempre sopla mucho el viento.
Pero esta vez, viví 10 días hermosos, soleados, calmos, ya bastante cálidos, pero muy agradables. Se nota el afanoso trajín del hombre de campo, que apura los últimos pasos de los preparativos para una cosecha inminente.

Mi padre, gracias a Dios, está bien de salud, con sus 92 años, lo que hizo que me " arrastrara" a caminar por esas calles del Señor, casi siempre muy temprano, para evitar los calores de un sol ya mas alto. Salir tempranito, con ese aire puro, (si no lo es mas es por culpa de las cenizas volcánicas que a todos torturan), respirar el aroma de las flores de las retamas ,-manchones enormes pintados de amarillo-, o de los paraísos, o de las madreselvas, que todo lo perfuman...era maravilloso. Y los pájaros? Me aconteció un día, en que al despertarme, escuché de pronto a todos los sonidos de las aves que yo no me podría imaginar, ni adivinar. Todos juntos, cada cual con su trino. La bulla era tremenda! Y , les aseguro, sentí que eso era como si comenzara el mundo, allí y en ese momento. Era como el principio de la VIDA. Duró tal vez una hora, y luego, quizá porque la temperatura se iba elevando, como comenzó, cesó.

En fin, que cuando llega el estío en mi pueblo, además de lo contado, uno puede sentarse en la vereda a la tardecita, charlar sin miedos con los vecinos, dormir esas siestas reparadoras que sólo en las pequeñas localidades se pueden hacer, (nada que ver con las siestas de Dalí.*)
Y no es poca cosa!!

*Salvador Dalí fué un catalán excéntrico que casi todos conocemos a través de sus pinturas surrealistas, sus joyas y esculturas. Sabemos además que en su vida ególatra, siempre tuvo raptos de divismo. Y se conocen muchos datos sobre su vida personal, pero es probable que no se sepa demasiado sobre sus siestas.
Para su siesta, se recostaba sobre su sillón preferido, con un brazo colgando hacia fuera del mismo, y en esa mano, una llave que apretaba en el puño cerrado. En el piso, justo a la altura del puño cerrado, una lata vacía. Cuando apenas cerraba los ojos, su mano se aflojaba involuntariamente, caía la llave dentro de la lata, y ese sonido lo despertaba. ¡Esa era la siesta de Dalí! Un minuto, cinco acaso? ¡ Tan lejos de las largas siestas de Copetonas !

1 comentario:

  1. recorrí tu blog, me encantan las cosas que recordás!!te felicito! besos de Elba

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