martes, 25 de marzo de 2014

Notita de color : Las apariencias!

Este relato comienza con un Hubo una vez..., y prosigue así: ...un señor, habitante de Copetonas, que no sabía lo que era el llamado "perfil bajo". Ligado por herencia del trabajo de su padre al cereal, -como casi todo el pueblo directa o indirectamente-, era un tipo simpatiquísimo. Pero casi siempre, sin un peso en el bolsillo. Eso si: buena ropa, buenas botas, buena estampa ( bien plantado, digo), siempre con simpático aire de triunfador. Un día, hizo poner un cartel enorme, publicitando su negocio, cerca de los elevadores de granos, casi una avanzada de lo que serían con los años los pasacalles. Quería que lo vieran los aviones...
Cierta vez, viajó a Mar del Plata de vacaciones, por aquellos años en que viajar a la región, y mas allá también, era asegurarse un espacio en las páginas de Sociales en los diarios lugareños. Y, como les recuerdo, él no tenía ni por asomo perfil bajo, se subió a un elefante y posó para una foto que hasta hace poco mi padre conservaba, porque como era de esperarse, la publicó La Voz del Pueblo.
Claro, han pasado muchos años, tal vez ya no viva, pero tenía descendencia, que había procreado con su esposa, una hermosa mujer. ( Él  también era un hombre apuesto ), Y estaba emparentado con familias de Copetonas. Por eso reservo su nombre.
Pero lo mas desopilante para mi, es el episodio que vivió mi padre con él. Llega este señor a casa, a la herrería de papá, y le dice que compró una lancha, que está en el Reta, y que necesita algunos arreglos. Y le contó, además, que una vez que estuviera en condiciones, quería entrar al mar, pescar y vender el producto obtenido.
Mi padre jamás se negó a un trabajo, por lo tanto , acordó con este hombre el horario en el que al otro día pasaría a buscarlo para ir al balneario. Llegó, según lo acordado, en tiempo y forma, en su Jeep, y además venía con otra persona, para que les ayudara. Antes de salir de mi casa, le dijo a papá que convenía que llevara una botella con vino tinto, porque él llevaba blanco, y sabía que papá tomaba tinto.( en estos pueblos chicos se sabe todo, porque en sus conversaciones los habitantes hablan de todo, hasta de lo mas insignificante y cotidiano, como en una familia.)
Aclaro a la pasada, por si acaso, nomás, que mi padre bebía uno o dos vasos por comida, nada mas.
 Tambien le pidió que cargara la parrilla, para "tirar un churrasquito".
El caso es que al salir por la calle principal, a poco mas de una cuadra de casa, pararon en la carnicería de Juan Ardanz.Y claro, a la gente hay que darle de comer... Por ello, este buen señor, se bajó de un salto del vehículo, sacó una bolsa grande de arpillera que, doblada, permanecía bajo el asiento, la tomó como quien dice, "por las orejas", y de un sacudón enérgico, la desplegó, casi como en un ritual. E inmediatamente rumbeó para la carnicería. A los pocos minutos, reapareció, trayendo en su enorme bolsa ¡ un riñón! Les confieso que a esta altura del relato de mi padre estallo en carcajadas! es que me imagino la situación, y la cara de sus acompañantes! Me hace tanta gracia, que, cual si yo fuera un niño, le pido a papá, cada vez que voy, que me lo cuente otra vez!
Bueno, llegaron al Reta; la lancha era un desastre, desvencijada, pero cada cual compra lo que puede, no?  Pero la arreglaron.
Y al final, la parrilla no se usó porque allá hubo un amigo que les invitó a comer, y el vino blanco no apareció nunca, sencillamente porque no existía...
En definitiva, ésta es la historia de un hombre que quería aparentar, en su deseo de ser lo que no era...


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