viernes, 8 de mayo de 2015

Notita de color : Doña Tomasa González de Basualdo.

Ay, ay, ay! Este pueblo mío, que siempre me desanuda algún recuerdo cuando estoy en él!
Me acordé, estos días, de Doña Tomasa, casada con Basualdo. Ha pasado mucho tiempo ; era yo una niña de unos 10 años cuando sucedía esto que les voy a narrar...
Para empezar, les cuento que mis padres vivieron unos pocos años cerca de la familia Smith, porque éstos vivían por la calle Independencia, entre la calle principal y la calle Armada Argentina,  ( mas o menos frente al saladero de Miguel Hernández ) justo a la vuelta de donde alquilaban mis padres, sobre la avda. San Martín (calle principal), casa de mi tío Galo y que hoy ocupa Miguel Martínez. Eran , pues, ambas familias vecinas y amigas.
Cuando mis padres se mudaron a la casita que nos vió crecer a Juancito y a mí, y nacer a mi hermana Marta,  por La Rioja y Misiones, Doña Tomasa y Haydée nos siguieron visitando.
Quien era Haydée? Bueno, según recuerdo, la familia era así: Doña Tomasa y su esposo Basualdo tuvieron a Doña Ubaldina.  Ella se casó con Don Guillermo Smith . Doña Ubaldina, a su vez fue madre de Haydée, Atilio y otros hermanos. Haydée se casó con Pablo " Polincho" Rens.
Doña Tomasa era una viejita con alma de pan, delgada, toda vestida de negro cuando ya viuda, nos visitaba. Aún la veo, sentada contra una pared de la cocina de casa.Contaba siempre las mismas historias, que tenían que ver con su esposo, cuando tuvo que arrear una gran majada de ovejas, desde o hacia el sur. No iba solo, porque le acompañaban unos 8 hombres, temerosos siempre de que el indio les saliera al encuentro... Y les salió nomás!  Todos ellos se trenzaron en lucha con la indiada.
 Mi padre se ha olvidado un poco de estos antiguos pobladores, pero recuerda a Don Guillermo, un hombre no muy alto, que caminaba ligerito, y con los brazos flexionados, pegados al cuerpo.
Volviendo a Doña Tomasa, cuando contaba estas historias, suspiraba muy fuerte, y decía, invariablemente, "Aaay, Jesús!!" Estos suspiros se repetían varias veces durante la visita, y le salían desgarradoramente desde las entrañas. No eran simples suspiros, no, eran como quebrados, que subían hasta el cielo (así se me ocurría a mí), en una escala sonora muy elevada. Luego, continuaba la conversación, normalmente.
Yo siempre le tenía miedo, por lo que no se me ocurría otras cosa, que saltar por una ventana que por aquel entonces teníamos en nuestra pieza, y me iba al patio, a esperar que se fuera.
Pobre Doña Tomasa! Hoy reveo aquello, y me río de mis tonterías!  Eso si, lamento no haber prestado mas atención a sus relatos, producto de experiencias reales con la indiada, esa indiada que no estaba tan lejos en el tiempo...


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